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En pleno vuelo, después de tomar una siesta, el pequeño Lucien, que a pesar de ser un niño de apenas dos años, tenía el porte de su apuesto y genioso padre, se acercó a Angelina, había viajado antes cuando sus abuelos lo llevaban de vacaciones, pero está vez el único que los acompañaba además de las dos azafatas y el piloto, era el asistente Jan Pierre, un eficiente y estudiado inglés de buena figura y angelical rostro
— Mamá, ¿iremos a buscar un papá para mí? uno que se parezca como yo — pedía el adorable y a la vez demandante niño
— ¿Por qué tienes esa obsesión de querer un papá? Lucien, ¿mamá, no es suficiente acaso? ¿no somos felices tú y yo y los abuelos? los papás son como ogros que regañan a los niños cuando hacen travesuras
— Tú también me regañas, no me dejas montar a Jan Pierre, de caballito — la vocecita Infanti de Lucien, era apenas entendible aún era muy pequeño, pero su inteligencia era sorprendente, Angelina, muchas veces se había quedado sin palabras con el comport