—¿Qué es? —Fabiola dio un paso atrás, interrumpiendo. —Ya basta, a estas alturas, aún me hablas con evasivas. Mejor así, te daré tiempo. Piensa bien cómo vas a justificarte y luego búscame.
Dicho esto, Fabiola recogió su maleta y bajó las escaleras con paso firme.
Al llegar a la puerta, Benedicto ya la había alcanzado.
—¿A dónde vas? Te llevo —dijo Benedicto, agarrando la muñeca de Fabiola con una mezcla de urgencia y súplica.
Las palabras de rechazo se atoraron en su garganta, y Fabiola no pudo expresarlas.
Cerró los ojos con fuerza.
Viendo que Fabiola no se resistía, Benedicto finalmente soltó su muñeca y cargó su maleta en el maletero del coche.
Durante el viaje, aparte de decir llévame a casa, Fabiola no intercambió ninguna palabra con Benedicto.
No quería hablar con Benedicto, ni tenía la energía para hacerlo.
Al llegar a la puerta de su casa, Benedicto intentó decir algo, pero la puerta se cerró de golpe frente a él.
Benedicto se quedó sin palabras.
...
Después de que Natalia y e