Esta actitud hizo que Fabiola y Patricia fruncieran el ceño al mismo tiempo.
Patricia susurró a Fabiola: —Con tanto alboroto, ¿no será que ha venido la reina de Estado Y?
El gerente de la tienda salió al escuchar el ruido y, al ver a tantos guardaespaldas, preguntó sonriente: —¿Quiénes son ustedes?
—Somos los guardaespaldas de la señorita Quintero, que vendrá hoy a probarse vestidos de novia. Usted debe ser el gerente —el guardaespaldas miró al gerente con desdén. —Saque a las personas irrelevantes. Si se filtra algo, pueden cerrar su tienda.
El gerente preguntó: —¿La señorita Quintero, es Rosalía Quintero?
—Sí.
Al escuchar que era Rosalía, el gerente no se preocupó por nada más y pidió a los empleados que despidieran a los clientes.
En ese momento, la mayoría de la gente estaba almorzando, así que además de Fabiola y Patricia, solo había un cliente más.
Ese cliente, al oír que la llegada era Rosalía, se fue sin decir nada.
Patricia estaba algo indignada: —Esta tienda no es de Rosalía,