Cuando el club cierra a las 4 de la mañana, recibo muchas felicitaciones de todo el mundo. Rose incluso me dio un fuerte abrazo y me felicitó. Me dijeron lo mucho que les había gustado mi actuación. Todos se alegran por mí.
Y no sé si debería alegrarme también por mí.
Cantar es algo de lo que realmente me privo. Estaba fuera de mi zona de confort.
Ya tenía el abrigo puesto y listo para irme a casa porque me despedí de Rose y de los demás.
Cuando salí del club, vi una figura alta de pie delante de un coche de aspecto caro. Se dio la vuelta y no era otro que Zamir otra vez.
Parpadeé varias veces y no sabía si debía acercarme a él o simplemente pasar de largo. Pero ahora que se había fijado en mí, no tuve más remedio que saludarle.
—¿Te vas a casa? — Preguntó porque yo pensaba hacer la misma pregunta.
Asentí con la cabeza y hundí más las manos en los bolsillos del abrigo porque aquí fuera hace mucho frío.
—Sí, ¿tú también?
—¿Caminas sola? — preguntó. —No hay más autobuses ni taxis que ci