Liang Xinwei se acercó y le dio unas suaves palmaditas en la espalda. “No seas grosero. Deberías decir 'Bienvenido, Tío Fang'“.
Anan sacó la lengua: “Bienvenido, Tío Fang”.
El Tío Fang llevó las bolsas a la cocina y sonrió: “¿Sueles disciplinar así a tu hijo?”.
Liang Xinwei se apresuró a seguirlo adentro. “La verdad es que no. Rara vez tengo que disciplinar a Anan. Es muy sensato y obediente”.
“Soy muy sensato y obediente”, se hizo eco Anan con una sonrisa.
Fang Yuchen dejó las cosas, se acercó a Anan y se burló: “¿Quién se alaba a sí mismo de esa manera?”.
“No me estoy alabando a mí mismo. Estoy diciendo la verdad”. Anan levantó la barbilla con orgullo.
Fang Yuchen le acarició la cabeza y sonrió.
Liang Xinwei sonrió. Los dos se llevaban muy bien.
“¿Necesitas ayuda?”. Fang Yuchen se volvió y la vio sonreír. Su mirada se suavizó al instante.
Liang Xinwei no se dio cuenta y sacudió la cabeza. “No, estoy bien”.
“Tío, si no ayudas, puede que mi madre tenga que trabajar hasta muy