Guadalupe se levantó, decidiendo que era momento de aligerar el ambiente, antes de que esos dos discutieran más fuerte.
— Bueno, ya es tarde, ¿Por qué no llevas a la señorita Blackwell a la casa grande, Toño?
Tony asintió, levantándose.
— Sí, supongo que la princesa necesita su sueño de belleza. Aunque con esa cara de pocos amigos, va a necesitar dormir como un oso en invierno.
Marjorie lo fulminó con la mirada, pero había un brillo de diversión en sus ojos.
— Y tú vas a necesitar un milagro para que esa boca tuya no te meta en problemas.
Tony sonrió ampliamente.
— Pos' ya ves, princesa, cada quien con sus defectos, yo tengo la lengua más afilada que navaja de afeitar, y tú tienes... bueno, todo lo demás.
Guadalupe los miró a ambos, sacudiendo la cabeza.
— Ay, Dios mío, estos dos van a ser más problemáticos que un par de gallos en un gallinero.
Mientras Tony guiaba a Marjorie hacia la casa grande cargando las pesadas maletas, no pudo evitar pensar que, a pesar de todo, las cosas en el