Capítulo 30

En ese momento mi padre se pone de pie dando un golpe en el escritorio, se puso de mil colores y la expresión de su rostro cambió radicalmente.

—No quiero muerta a mi querida Beatrice —el tono de su voz fue más tranquilo, más armonioso, recordé que nunca le habló a nuestra madre de esa forma tan... llena de cariño, entonces lo supe, o la menos tuve la sospecha de lo que pasaba realmente.

—Hablas de ella como su fuera alguien importante en tu vida, y no como tu enemiga número uno.

—Hay verdades que no se pueden ocultar, como el hecho de que esos dos no son mis hijos reales, cuando me casé con su madre, la muy perra ya tenía a esos dos recién nacidos, pero yo estaba tan encaprichado con ella que los terminé aceptando, después murió y me quedé a cargo de ellos, pero no son mi sangre, p

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