CAPÍTULO 2. Una mujer desesperada

Nate se quedó mirándola durante un largo segundo. La mujer frente a él era joven y muy hermosa, aunque si era honesto, no acababa de determinar si aquel aspecto descuidado se debía al accidente que acababan de tener o era algo más permanente.

De cualquier manera, no era el tipo de mujer despampanante y sofisticada que solía atraerlo en el pasado, así que aquel tirón espontáneo contra su bragueta lo hizo reaccionar con molestia.

—¡Te hice una pregunta! —demandó furioso—. ¡Así que más te vale darme una explicación convincente!

Blair lo miró asustada mientras gruesas lágrimas corrían por sus mejillas. Lo había sabido en el último segundo mientras el carro la impactaba, había sabido que aunque tenía los días contados, no quería desperdiciarlos, solo quería estar con su hija todo el tiempo que pudiera.

—Lo lamento... De verdad lo lamento, señor, no fue mi intención... Yo no... Ni siquiera venía viendo por donde caminaba...

—¡Si hay algo que odio es que me hagan pasar por estúpido! —espetó Nate sin tragarse aquella historia—. ¿Cuánto quieres? ¡Sé que si te metiste delante de mi auto a propósito y solo puede haber sido por dinero!

—¡No no… yo a usted no quiero pedirle…! —intentó justificarse pero eso solo hizo que Nate achicara los ojos.

—¿Y si no es a mí a quién? —Por su mente pasó una hipótesis pero se la guardó porque estaba seguro de que la necesitaría para más adelante—. ¡Solo dime tu precio para mantener esto en silencio y mandaré a que te paguen!

—Yo no… no quiero nada —susurró.

Blair temblaba bajo la mirada de aquel hombre y las pocas veces que se atrevía a mirarlo de reojo solo veía la expresión fría y severa de un dios de la venganza. Era horriblemente atractivo, pero también parecía inaccesible y furioso.

—¡Mañana en mi oficina a primera hora! ¡Y no te atrevas a faltar porque tengo tu nombre y tu dirección del pago de Urgencias! —Fue lo único que salió de la boca de Nate mientras metía una mano en su bolsillo y lanzaba una tarjeta de presentación en su regazo.

Luego se dio la vuelta y salió de allí sin mirar atrás.

Blair se cubrió la cara con las manos y dejó salir toda la tensión y todo el miedo en forma de lágrimas. ¿Cómo se le había ocurrido hacer algo como aquello? Un año no era mucho, pero al menos lo pasaría con las personas que amaba. Aun así, todavía le quedaba aquel desasosiego de qué haría para dejar a su hija y a su madre protegidas.

Regresó a casa y abrazó y besó a su pequeña bebé entre lágrimas, prometiéndole que estaría con ella todo el tiempo posible. Luego buscó su ropa menos vieja para la reunión del día siguiente. No quería ir, pero si era honesta tenía un poco de miedo de lo que aquel hombre pudiera hacerle por haber provocado el accidente. Desde demandarla hasta acusarla con la policía y meterla a la cárcel.

La compañía Vanderwood ocupaba todo un enorme edificio en el centro de Nueva York, y cuando ella llegó enseguida la hicieron pasar. Blair estaba preparada para las explicaciones de cómo el mismo dueño le había pedido presentarse. Sin embargo, no tenía idea de que la pasarían directamente al área de Recursos Humanos.

—¿Trajo su expediente laboral? —preguntó la mujer que la atendió.

—¿Eh…? Creo que hay una confusión… yo no vine por…

—Lo sé, pero el señor Vanderwood exigió su expediente laboral —dijo la mujer con sequedad.

Blair pasó saliva y descargó el archivo de su teléfono, agradeciendo que la parte médica aún no se hubiera actualizado.

—¿Carrera universitaria? —preguntó la jefa de recursos humanos abriendo el archivo en su correo.

—No…, no, solo algunos estudios de nivel medio.

—Mmm… Un curso de Gestión de imagen corporativa. No está mal. Tenemos algunos gestores en la empresa y hacen muy buen trabajo. ¿Ha tenido oportunidad de ejercer?

Blair apretó los labios y negó con preocupación.

—No, no he podido, solo soy… solo soy recepcionista.

—Comprendo, entonces espere aquí unos minutos. Voy a pasar su expediente al señor Vanderwood y le diré que ya está aquí.

Blair asintió con angustia, sin saber que en aquel momento y veintiséis seis pisos por encima del suyo, Nate daba vueltas inquieto en su silla ejecutiva hasta que vio entrar a su mejor amigo.

—Ella ya está aquí y yo ya tengo los documentos —aseguró Ranger, que después de algunos años había escalado en su posición como jefe de seguridad de la empresa, y ahora era básicamente el arreglador de todos los líos de Nate—. El contrato de confidencialidad es blindado, solo tienes que hacer que te lo firme y no podrá demandarte, sacarte dinero, o ir a la prensa con esta historia del accidente.

—¡Perfecto! —suspiró Nate—. Una preocupación menos que tengo encima, ¡y ya con las babosadas de mi padre tengo suficiente!

Se mesó los cabellos poniendo los documentos a un lado, y Ranger le dirigió una mirada sarcástica.

—¡Por Dios, eres el único hombre en la tierra al que le molesta el duro contra el muro!

—No te hagas el gracioso, que mi padre lo que quiere es lo que viene después del duro y del muro. Y no hay forma de que le deje claro que no me interesa tener una relación. ¡El viejo quiere un nieto, y punto, porque al parecer esa es la confirmación de que no soy gay!

Ranger se paró frente a él y dio una vuelta bastante dramática.

—A ver, mírame bien, ¿yo te gusto?

—¡Claro que no, no seas payaso!

—Pues entonces yo lo certifico, no eres gay, porque amigo, ¡yo soy un diez absoluto!

Nate tomó uno de los adornos sobre su mesa y se lo lanzó, pero no pudo evitar reírse de aquella ocurrencia.

—Mira, no te compliques, tú tampoco estás despreciable y por la cantidad de dinero correcta, cualquier mujer tendría un hijo contigo —le explicó Ranger—. Solo tienes que asegurarte de encontrar a la chica adecuada a la que puedas encargarle un bebé, una que no pueda darte problemas, una a la que solo tengas que pagarle y decirle adiós. ¡No puede ser tan difícil!

Pero sí lo era, porque la decisión equivocada podía ponerlo en el punto de mira de la prensa y destruir por completo su reputación.

Eso iba a responderle a Ranger cuando tocaron a la puerta con insistencia, y un segundo después su asistente asomó la cabeza.

—Señor, la jefa de Recursos Humanos me dijo que le pasara este expediente.

Él lo recibió y estuvo a punto de hacer una mueca de rechazo cuando de repente algo pareció llamar su atención, abrió el expediente y revisó cada uno de los documentos con el ceño fruncido, mientras Ranger notaba los engranajes de su cabeza girando.

“Una que no pueda darte problemas”, pensó Nate.

—¡Maggie, haz pasar a esta mujer! —le ordenó y pocos minutos después Blair entraba, mientras Ranger salía.

—Señor Vanderwood...

—¡Todavía estoy esperando una explicación razonable! —la interrumpió él con un tono hosco, y ella se quedó en silencio—. Pero como parece que no voy a obtener ninguna de tu parte, voy a soltarte las hipótesis que tengo. ¿Necesitas dinero y creíste que podías sacárselo a un hombre rico, no es así?

Blair pasó saliva, y sus ojos se humedecieron.

—Lo lamento mucho, de verdad no iba a pedirle nada, no debí venir... —murmuró dándose la vuelta, y aquello que parecía un trueno la detuvo.

—¡No te he dicho que puedes irte! —Nate se recostó de nuevo en su silla—. Lo que hiciste ayer… si no ibas a pedirme nada a mí, ¿a quién ibas a pedírselo entonces? —La vio palidecer y supo que había dado en el blanco—. ¡Maldit@ sea, ibas a sacárselo a alguien más! ¿Tienes un seguro de vida? ¿Es eso? —Se levantó de su silla y se acercó a ella con expresión amenazante—. ¿¡Ibas a cargarme una muerte para cobrar un seguro de vida!?

Blair tembló ahogando un gemido y Nate se mesó los cabellos confirmando que esa era la verdad. ¡Aquella debía ser mucha desesperación! Y por más frío que pudiera parecer, era exactamente la clase de desesperación que necesitaba.

 Señaló el expediente sobre la mesa y dominó su tono antes de seguir.

—Aquí dice que eres madre soltera. ¿Es correcto?

—Sí... Tengo una bebé de ocho meses.

—¿Sana?

Blair frunció el ceño.

—Sí, mi hija es muy sana. ¿Por qué?

—¿Su padre?

—Señor, no entiendo ¿esto que tiene que ver...?

—¡Solo contesta!, ¿el padre de tu hija?

Blair pasó saliva y respiró profundo.

—Murió antes de que ella naciera, un accidente en el barco donde trabajaba.

—Comprendo...

El silencio se hizo incómodo por un largo segundo mientras Nate miraba con insistencia aquellos documentos.

Todo en él le gritaba que aquella era una completa locura, pero estaba en una encrucijada demasiado difícil, por un lado no quería perder todo por lo que había estado trabajando desde que era muy joven, y por otro no estaba dispuesto a tener ninguna relación verdadera con ninguna mujer. Prefería arriesgarse al escándalo.

—Ni siquiera voy a preguntar qué tan desesperada estás por conseguir dinero, que te hayas lanzado delante de mi coche ya dice suficiente, y no voy a inmiscuirme en tu vida ni en tus motivos, pero tengo una propuesta para ti que quizás lo solucione.

Blair contuvo la respiración, y Nate pudo ver el miedo y la esperanza reflejados en sus ojos.

—¿Una propuesta? ¿Qué... Qué propuesta?

—Ten un bebé para mí, y me aseguraré de que no te falte el dinero por el resto de tu vida.

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