Todo el aire, absolutamente todo el aire respirable de aquella habitación desapareció cuando Connor vio a Malía abrir los ojos. Se miraron por un instante que pareció infinito y el único movimiento que se hizo fue el de la mano pequeña de la muchacha anclándose en la nuca de Connor para acercarlo a ella.
Se levantó sobre uno de sus codos y alcanzó su boca con decisión. Lo sintió tensarse, respirar pesadamente y aceptar sus labios. Malía encontró su lengua y jugueteó con ella. Extrañaba aquella sensación, las cosquillas en el vientre y la forma en que su piel se erizaba solo de imaginarlo. La boca de Connor era suave y posesiva, y su lengua era inquieta y dulce.
—No… lo siento… no puedo hacer esto… —murmuró él, separándose de sus labios, aunque no era difícil ver cuánto le costaba.
&mda