29. En sus manos
Gotas de lluvia salpicaban el cristal de la ventana y Andrea sonrió al observar a una pareja que jugaba bajo la tormenta. Parecían tan enamorados que por un momento sintió una aversión inexplicable contra ellos.
Gritaban y reían como si estuviesen solos en aquel lugar, y la forma en que se miraban era tan auténtica, que le provocó un nudo en la garganta y una opresión en el pecho que bajó hasta su estómago, formando una especie de nudo casi doloroso.
Había pasado una semana desde la llamada de Alberto a sus padres, y dos noches después de la terrible experiencia en esa misma habitación, Andrea decidió escapar y regresar a su país.
Estaba segura de que él dormía cuando salió de la habitación. Fue sigilosa. Incluso decidió salir sin zapatos para no despertarlo, y trató de despistar a todo aquel que podría darle información si la veía. Pero sin saber cómo, al llegar a la entrada del hotel, él ya la esperaba con una sonrisa que la hizo temblar.
Alberto la tomó de la mano con delicadeza y