Patricia, irritada, extendió la mano para agarrarlo: —¡Suéltame primero!
Manolo no alcanzó a apartar el rostro y las uñas de la mujer le dejaron un largo rasguño sangrante en su apuesto rostro.
Solo frente a Patricia había contenido su temperamento. Ahora que su relación estaba tensa y Patricia no se dejaba controlar, ya no tenía tanta paciencia.
Laura pensó que este Manolo era incluso más detestable que Miguel.
Patricia, avergonzada, se mordió el labio: —Manolo, si te atreves a tratarme así, ¡nunca te lo perdonaré!
Manolo se limpió la cara, sus dedos quedaron pegajosos. Su humor empeoró: —De todas formas, pasarás toda tu vida a mi lado, ¡qué importa si me perdonas o no!
Antes la había consentido, ¿y para qué? Para que viniera aquí a buscar hombres.
Ya que ella no lo respetaba, él tampoco consideraría sus sentimientos.
Para decirlo crudamente, la mantendría atada a él, ¡solo podría dormir con él!
Patricia sintió un dolor sordo en el pecho: —¡No soy tu juguete, no tienes derecho a mante