CAPÍTULO 107: EL ASCENSO Y LAS SOMBRAS
El viento se colaba entre las grietas del cañón, ululando como un monstruo antiguo que intentaba arrancarnos de la roca. A medida que subíamos, el frío se hacía más intenso, y el aire, más delgado. Ashen iba adelante, su figura recortada contra el gris del amanecer, mientras yo, en mi forma de loba, me movía en silencio a su lado. No había palabras entre nosotros. Solo una conexión, un acuerdo tácito que nos mantenía unidos, como si no importara lo que nos esperaba más arriba. El río rugía abajo, recordándonos lo poco que valía una caída. No había margen de error.
Sentí su presencia tan cerca como si estuviera dentro de mí. El vínculo no era ruidoso, no era una voz, pero la sensación de su determinación era clara. Lo sentía en mis músculos, como una extensión de mí misma. Cada paso que daba lo sentía también en mi propio cuerpo, como si fuéramos una sola criatura, una sola fuerza. No necesitaba adivinar lo que pensaba. Lo sabía. Lo sentía. No era