La mañana fue inusualmente tranquila.
Sin alarmas. No hay llamadas. Solo la pesada quietud de una verdad esperando ser contada.
Ava se sentó junto a la ventana del hotel, acunando una taza de café, con las piernas enroscadas debajo de ella. La lluvia aún se extiende por el cristal, Francia se vela con una niebla gris. Damien estaba en la cama detrás de ella, apoyado contra la cabecera, sin camisa debajo de las sábanas.
Él también había estado callado.
No de una manera fría. Pero como si algo estuviera pesando sobre él.
Ella miró hacia atrás. "Apenas has dicho una palabra".
Él la miró, con los ojos ilegibles.
"He estado tratando de decidir si quiero arruinar esta mañana".
Ava frunció el ceño. "¿Por qué lo arruinarías?"
Un ritmo.
Se sentó hacia adelante, moviendo las piernas fuera de la cama. "Porque si te digo esto... no hay vuelta atrás".
Ella se volvió para enfrentarlo completamente. "Entonces cuéntamelo".
Él exhaló. Pasó una mano por su cabello. "Sabes lo básico. Estaba comprometido