NARRADOR

Al mismo tiempo que todo esto sucedía, no muy lejos de ellos, algo más ocurría. En un palacio frío y abandonado, lleno de huesos, niebla y soledad, la magia se había hecho presente.

Debajo de todo aquello, en una bóveda segura, una luz blanca se desprendía de una enorme mesa de piedra con runas escritas en sangre. Sobre ella quedaban los restos de la antigua Reina, removiéndose mientras la sangre salía de cada grieta de las paredes, comenzando a unir partes por partes.

Los huesos se cubren de tejidos y estos de piel; su corazón se coloca en su pecho, comenzando a latir con fuerza y trayendo consigo la vida que alguna vez le fue arrebatada.

Unos ojos celestes y brillantes se abren, mirando las puntas filosas de lo alto de la bóveda, apuntando directo hacia ella.

Alza una mano mirándola, girando su cabeza al mismo tiempo que lo hace su extremidad; extiende la otra, comenzando a reír, el sonido de su risa haciendo eco entre las paredes, anunciando su llegada.

Cierra los oj