Abro los ojos rodeado de mis hermanos y mi mujer, mi pequeño ángel tiene en sus manos un pastel con velas que delatan mi nueva edad: 35 años.
Recibo una canción desafinada, bueno, de mis hermanos porque ella canta muy bien. Al terminar, Daniela se sienta a mi lado y me acerca el pastel.
-Ahora, mi amor, un deseo – la miro con intensidad, por primera vez en catorce años pido un deseo de cumpleaños. Deseo que pueda hacerla feliz hasta el final de nuestras vidas y más allá. Soplo la vela y mis hermanos aplauden -.
-Estás viejo, hermanito – me dice José-.
-A ti no te falta mucho para llegar a los treinta, no me molestes.
-¿Qué se sient