Capítulo 43. Discusiones imperdonables.

La situación había cambiado en su totalidad, lo que era una misión para mí, ahora también se había convertido en mi responsabilidad, esa responsabilidad por cuidarme a mí mismo para poder cuidar a los demás. Las vitaminas que el doctor me recetó me ayudaron a recuperar la fuerza en el cuerpo, pero ahora debía tomar al menos unas 5 pastillas al día para no debilitarme. La felicidad en el rostro de Jamilet y Sofía lo decían todo, me hacían sentir con una culpa enorme al saber que, en poco tiempo, sería su tristeza más grande, al marcharme de su lado.

–Teo, debo hablar contigo –comentó Jamilet.

–Dime todo lo que me vayas a decir de una vez, no estoy para rodeos–.

–Bueno, tampoco es para que te alteres… Francisco estuvo aquí ayer, vino a buscarte porque quieres que lo ayudes con respecto al secreto de los Castellanos, finalmente encontró todo lo que alguna vez se escondió.

–¿De qué hablas?

–Es verdad todo lo que decían, según Francisco, logró encontrar secretos de todos en la ciudad y q
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