Recibió respuesta de Zack por el mismo medio la semana siguiente, y de allí en adelante, la comunicación fue mucho más fácil. Sólo tardaban en escribirse cuando el uno o el otro estaba en temporada de exámenes. Y lo comprendían. Escribir un mail sólo tomaba minutos, pero ambos entendían que había días en que no tenías ni siquiera eso de respiro. Nunca se hicieron un reproche. ¡Qué diferente era todo!
De ese modo, Amelia se enteró de que Zack tenía una novia. Y luego, que terminó con ella por alguna tonta razón. Así mismo, Zack se enteró de Andrew, su sobrino, y luego, de que Mary estaba un poco enferma.
Cuando le dijeron a su madre que había algo anormal en los últimos exámenes, y que debía practicarse otro tipo de estudios médicos, Amelia casi había temblado de miedo. Había ti
—Eso no me extraña —le dijo Zack por videollamada, cuando le contó que no se enamoraba de ningún hombre y que hasta ahora no se había acostado con ninguno. Con él podía hablar tranquilamente de cualquier tema, incluso de este. Nunca, nunca había temido compartirle a él sus inseguridades. Zack sabía de sus citas al médico por infecciones, o lo nerviosa que había estado antes de la sustentación de un trabajo importante, y hasta de las ganas que tenía de comprarse un par de zapatos de diseñador que había visto en una tienda. Él la escuchaba, e incluso a veces le daba su opinión, y ella lo atendía.Habían encontrado la manera de saltar el impedimento de las diferencias horarias, y a menos que alguno tuviera algo demasiado importante que hacer, siempre cumplían la cita.Hasta ahora, él seguía siendo el mismo Za
—¿Qué vas a hacer este fin de semana? —preguntó Catherine por teléfono, y Amelia se mordió el lado interior de una mejilla.—Pues… como Zack regresa este jueves, pensaba dedicárselo a él —contestó, y era cierto. Había tomado cuatro días de sus vacaciones para esto, y ahora mismo preparaba su pequeño apartamento por si acaso.—Ah, picarona. Pensabas robarte a mi hermano tú solita, ¿eh?—¿Por qué no? Él se mostró de acuerdo con el plan que le mostré.—Pues hubo un cambio de planes. Papá alquiló una cabaña en las afueras de San Francisco, frente al mar, con varios kilómetros de playa privada.—Oh, qué genial…—Y queremos convidarte.—¡Yo encantada! Pero —se detuvo Amelia, y cambió levemen
—¿Estás molesta? —le preguntó Zack a Amelia cuando al fin llegaron a una preciosa cabaña frente al mar, que tenía un precioso porche en madera y palmas. Una hamaca se colgaba de uno de sus columnas de madera a la otra, meciéndose levemente por el viento.Todos los demás ya habían entrado llevando su equipaje y el de Zack, sólo ellos se habían quedado un poco rezagados, a propósito. Amelia se echó al hombro el pequeño maletín que contenía su ropa y sus cosas sin mirarlo ni responderle. El clima era cálido, pero había poco sol, y la brisa le alborotaba el cabello.Respiró profundo mientras Zack seguía esperando una respuesta. ¿Cómo podía advertirle que se apartara de esa bruja? ¿Cómo le explicaba que, si le ponía el ojo encima, arruinaría su vida, lo que emprendiera, y todo
Amelia entró a la habitación que habían designado para ella y Catherine y la encontró allí acomodando un colchón en el suelo. Las camas gemelas dejaban un espacio lo suficientemente amplio como para que cupiera un colchón, y Amelia de inmediato subió su pequeña maleta en una de las camas.—Esta es la mía —dijo, y Catherine la imitó poniendo la suya en la otra cama.—Y esta, la mía.—Oh, parece que la pobre Vivian dormirá en el suelo.—Es una pena que no me apena —Amelia se echó a reír—. Tiene una cara de víbora que no soporto.—¿A ti también te lo parece?—Claro que sí. ¿Quién se entromete de esa manera en lo que claramente es una salida familiar? Es decir… yo no sería capaz de forzar mi invitación de esa manera.&md
Al entrar de nuevo a la cabaña, Zack encontró a Denise y Cath cocinando mientras Amelia metía al refrigerador varios paquetes de cerveza. Howard la libró de la tarea, y entonces Amelia le ofreció a Denise ayudarla con la ensalada.—No es necesario, cariño. Ve a la playa un rato y disfruta. Zack, llévala a la playa—. Zack miró a Amelia sonriéndole a modo de invitación. Ella le sonrió elevando una ceja como si estuviera disfrutando desde ya; no se negaría, supo él.—¿Van a ir a la playa? —preguntó Vivian asomándose a la cocina—. Me apunto—. Zack miró a Amelia, que tragaba saliva mirando a Vivian. Mierda, no le gustaba el cariz que estaba tomando esto.—Estoy cansado —dijo, sentándose en los muebles de la sala—. El jet lag, creo.—No tienes que salir si no quieres —dijo
Era casi la una de la madrugada cuando Vivian abrió sus ojos. Todo estaba quieto, sólo se escuchaba un poco el rumor del mar y el viento, así que se levantó de su horrible colchón en el suelo y miró a las dos mujeres acostadas en sus camas. Se había quedado dormida al menos una hora, pero había puesto una alarma que la despertara. Era ahora o nunca.Se introdujo en el baño silenciosamente, sin encender la luz, y se aplicó un poco de perfume entre los senos, un poco de brillo labial y acomodó su cabello. Con cuidado, abrió la puerta, y salió descalza por el pasillo. Llamó un par de veces a la puerta de Zack y se apartó uno de los tirantes de su pijama de seda. Tenía que seducirlo, Zack le gustaba demasiado, y no soportaría saber que la simplona que andaba detrás de él se lo quedaba.Hombre era hombre. Caería ante sus encantos.<
Zack salió de la cabaña y se encaminó a la playa.Mierda, estaba tan excitado que le costaba caminar.Se acomodó mejor el pantalón, y dolió, y lanzó una protesta mirando hacia el mar. Debía estar helado, tal vez así se le pasara esta calentura.Jesús, ¿qué iba a hacer ahora? ¿Y si Amelia decidía que no quería volver a verlo? ¿Había metido la pata?Últimamente, la había sentido diferente, que lo miraba ya no de la misma forma, y él había tenido esperanza. Terminó la relación que tenía con su última amiga, que no llegaba a novia, y se mantuvo solo casi todo el último año. Quería regresar y probar una oportunidad con ella otra vez y quería hacerlo bien, sin ataduras ni sombras del pasado.Paso a paso, se dijo, sin asustarla, ni saltar sob
Amelia sintió los besos de Zack en su cuello, su garganta, sus hombros; sus manos en su trasero sosteniéndola con fuerza sobre su cintura, y la piel de su espalda descubierta, cálida y suave bajo la palma de sus manos. Él mordisqueó un poco la piel de su hombro y Amelia soltó un gemido tan sensual que él casi bramó, y cuando ella se restregó contra él, contra la erección contenida al interior de sus pantalones, Zack simplemente se apoyó de rodillas en la arena de la playa y la recostó de espaldas para seguir besándola y lamiéndola. Amelia no tenía sus manos quietas, sino que las paseaba por todo su tórax, sintiendo los vellos del pecho, sus tetillas que sabía eran rosadas, dándose gusto pellizcando suavemente esa piel que desde hacía rato quería tocar.Era mucho mejor de lo que jamás imaginó o soñó. La r