Alexandra estaba segura de que aquel chico no era mala persona, años en la calle le había desarrollado un don para diferenciar de quienes mentían y quienes no, lo tomó de la mano con fuerza y ambos caminaron por los pasillos oscuros hasta llegar a la cocina, una vez ahí el chico frunció el ceño y comenzó a sentirse incómodo.
— ¿Qué hacemos aquí? —pregunta por fin.
—Toma lo que necesites —dice Alex prendiendo las luces.
El chico enarca las cejas sorprendido por lo que le acababa de decir Alex.
— ¿Quién demonios eres?
—Ya te dije que soy la hija mayor, e