32

Cuando volví a despertar, me llevé el susto del día al ver que Andy seguía en la cama. Vi la hora en mi teléfono y, ¡joder! Las nueve de la mañana y este cabrón no se ha ido a su cabaña junto a Brenda.

Lo desperté porque ya presentía que ella vendría a preguntar por él, ¿y qué mierda le diría? ¡Ah, mira, querida, tu amor durmió a mi lado porque somos marido y mujer! Ja, Andy, ¿en qué puros problemas me quieres meter? —Renegué en mi mente.

—Buenos días, mi bella esposa. —saludó, abriendo sus ojos con pesadez. —Es la primera vez en años que duermo con tanta tranquilidad después de nuestra separación. —declaró.

—Vete, Andy, no pierdas más el tiempo con tus mentiras porque no voy a creer en ellas.

—Ah, me duele la herida que me hice por tu culpa. —se quejó—. Ayuda a colocarme una bendita. —Pidió. Se le veía fea el área, estaba un poco morada e inflamada. Me pregunto qué dirá en la clínica cuando los colegas quieran saber lo que sucedió.

Tomé un poco de alcohol y la limpié para luego cubri
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