Esa mañana, el sol brillaba intensamente como si diera la bienvenida al día más esperado de la vida de Angie: el día de su boda. Un elegante vestido blanco envolvía con gracia su cuerpo, resaltando la belleza que irradiaba aún más de lo habitual. Sentada frente al espejo, Angie contempló su reflejo. El mismo rostro, pero con un tipo diferente de esperanza esta vez.

Con Dafe, Angie creía que finalmente podría ser feliz. Durante el último mes, él nunca le había exigido nada, nunca la había tratado con dureza ni le había pedido cosas que la hicieran sentir obligada. Estaba segura de que este matrimonio no sería como el que tuvo con Dalton, que había sido demasiado sumiso a la voluntad de Edward.

Angie respiró hondo. Ya no quería ser una marioneta, un juguete utilizado por su padre en la búsqueda de la ambición y la codicia de Edward Nicole.

De repente, en medio de la tranquilidad y los alegres latidos en su pecho, Angie se sobresaltó por una presencia inesperada detrás de ella.

Se dio la