—¡¿Y tú quién te crees que eres?! —resoplo y le suelto con fuerza el agarre de mi camisa— ¡A ver… pégame si eres tan machito! —lo reto.
Walter ladea una sonrisa.
—No, no me voy a rebajar con una basura como tú —me vuelve a barrer con la mirada, tan prepotente e imbécil como siempre lo ha sido—. Voy a tener una cita, no ensuciaré mi ropa con tu mugrienta sangre.
Zaideth lo toma de un brazo, haciéndolo retroceder.
Algunas personas se quedaron a mirar lo que sucedía y me volvió a inundar la sensación de ser un reverendo idiota.
—Vámonos, por favor —dijo Zaideth y lo arrastra lejos de mí, hacia la moto.
Y así es como los vi irse, quedándome reducido al tonto al que lo engañaron: Zaideth terminó siendo de esas listas que juegan con varios hombr