Las vías estaban despejadas y el fresco aire de la brisa hacía volar mi cabello, a la velocidad con la que voy creo que llegaré en menos de cuarenta minutos.
Luego de viajar solo unos minutos llegué a la casa en la cual Deivis me trajo aquel día, a las afueras estaban tres de sus hombres vestidos con un uniforme formal de color negro.
Sus rostros eran fríos y sus mandíbulas estaban apretadas, estacioné la moto a una esquina y luego bajé dejando el casco en el cacho de la moto.
-Buenos días señores se encuentra el señor Deivis?-salude con timidez y luego pregunté con un poco de miedo la verdad sus rostros no son nada, comparado con los estúpidos, inútiles hombres de hermano.
-¿Quién es usted señora?-Preguntó uno.
A decir verdad estos tres hombres no fueron los mismos que llegaron al club con Deivis aquella noche, estos son un poco más jóvenes.
-Yo soy una amiga-uno de ellos soltó una pequeña carcajada y luego miró a los otros.
-Señora vuelva por dónde vino, nuestro jefe ordenó que nadi