La tensión en la entrada de la empresa era palpable. La mirada desafiante de Daniel se clavó como daga en el guardia, mientras se aferraba a la mano de Ava, conociendo un poco de ella, sabía que era capaz de salir huyendo de esa bochornosa situación y quizá hasta pensaría en dejarlo una vez más; eso último era lo que más se temía.
—¿Qué estás diciendo, Gabriel? ¿Por qué no puede pasar? —espetó Daniel entre dientes y se cruzó de brazos mientras fruncía el ceño, intimidando al hombre que los había confrontado de esa manera.
El guardia trataba de no mirar a los ojos a un fúrico Daniel, para luego intentar darle respuesta a su jefe.
—Es que, verá … doña Daniela me dio instrucciones claras, señor —dijo el guardia y carraspeó para continuar—. Ella dijo que la señorita Ava Spencer no debe entrar a las instalaciones sin su autorización hasta nuevo aviso.
Ava sintió como si le hubieran arrebatado el suelo bajo los pies. La sorpresa y la confusión se reflejaron en su rostro, mientras miraba