En un vecindario donde todo parece cotidiano, Keila, una chica extrovertida y llena de vida, vive en la cuadra de al lado del lugar donde trabaja David, un chico que a los ojos de Keila parece tímido y reservado. A pesar de sus diferencias, siente que podría haber algo especial entre ellos si lograran romper el silencio que los separa. Pero, ¿son realmente el uno para el otro? Mientras enfrenta sus propios deseos y temores, Keila se pregunta si el amor entre ellos siempre será solo miradas y palabras perdidas en el viento y el tiempo, o si algún día se convertirá en algo más cercano y auténtico. Únete a Keila en su viaje emocional mientras cuenta su historia y descubre si el amor puede florecer entre la timidez y la extroversión
Leer másEntre recuerdos y promesas
Aunque parezca increíble, esta historia comenzó con un adiós. El 18 de enero, en el cumpleaños de su hermano, Keila puso fin a su relación a distancia con su casi novio. Él había afectado profundamente su estabilidad emocional y física. Con el apoyo de sus amigas y su madre, intentó seguir adelante, deseando borrar cada recuerdo. Pero por más que lo intentara, el dolor seguía ahí, oculto en las sombras de su mente, recordándole que algunas heridas tardan en cerrar.
En ese momento, vivía en la gran ciudad con su padre, enfocada en reconstruirse. La universidad le trajo buenas noticias: había obtenido buenas calificaciones en sus últimos exámenes del semestre. Ese logro le devolvió algo de confianza. Empezó a sentirse más ligera, como si, poco a poco, la versión de sí misma que había perdido estuviera regresando. Sin embargo, había noches en las que el pasado la acechaba. La soledad tenía una forma cruel de traer de vuelta los recuerdos, haciéndola revivir cada palabra, cada promesa rota.
Lo peor era que lo recordaba en los momentos más inesperados. Un aroma, una canción, una frase escuchada al azar... Todo parecía abrir una puerta que creía cerrada. Más de una vez se sorprendió revisando antiguos mensajes, buscando respuestas. Su mente divagaba entre la nostalgia y la frustración. ¿En qué momento todo se había desmoronado?
Una noche, mientras estaba acostada, no pudo evitar recordar la primera vez que hablaron. Era solo un mensaje en FaceNet. Algo simple, casi insignificante, pero suficiente para que iniciaran una conversación que se extendió por meses. Recordó cómo se quedaban despiertos hasta tarde, compartiendo sus sueños, sus miedos, sus risas. Recordó la emoción de sus primeras llamadas, el latido acelerado en su pecho cuando veía su nombre aparecer en la pantalla.
Pero los recuerdos felices siempre venían acompañados de los dolorosos. También recordó los días en que él desaparecía sin explicación, las respuestas frías después de noches enteras de hablar con cariño. Las dudas, la incertidumbre, el desgaste emocional. Había más lágrimas que sonrisas en su historia.
Su amiga Lucía siempre estaba allí, apoyándola sin juzgar. En una de sus conversaciones, Keila suspiró y admitió:
—A veces creo que ya lo superé… y luego, de la nada, aparece en mi cabeza otra vez.
Lucía la miró con comprensión.
—Es normal, Kei. No se olvida de la noche a la mañana. Pero lo importante es que sigas adelante.
—Lo intento. De verdad lo intento. Pero hay días en los que… no sé, siento que nunca voy a poder olvidarlo del todo.
Lucía le tomó la mano con suavidad.
—Tal vez no se trata de olvidar, sino de aprender a vivir con ello sin que duela.
Las palabras de su amiga resonaron en su mente por días.
Quince días después, sintiéndose más fuerte y segura, hizo algo impulsivo. Tomó su teléfono, abrió sus redes sociales y, sin pensarlo demasiado, desbloqueó a su ex en FaceNet, TikTok y ChatLine. Apenas lo hizo, sintió una mezcla extraña de emociones. Liberación. Miedo. Ansiedad. Como si con ese simple gesto le estuviera dando permiso para volver a su vida, aunque solo fuera en pequeñas dosis virtuales.
Al principio, intentó convencerse de que no significaba nada. Pero los días pasaron, y poco a poco, sintió que algo en ella cambiaba. Volvía a disfrutar de las cosas que le gustaban, hablaba más, reía con sus amigas, y la tristeza parecía desvanecerse. Sin embargo, en los momentos de soledad, cuando las risas quedaban atrás y las noches se volvían silenciosas, un vacío inexplicable la invadía. ¿Era nostalgia? ¿O miedo a volver a caer?
La ilusión de control se rompió cuando él apareció de nuevo. No le habló, pero empezó a dar likes a sus publicaciones en TikTok. Eran señales pequeñas, pero lo suficientemente poderosas como para hacerla dudar.
—¿Qué significa esto? —le preguntó a Lucía, mostrando la pantalla de su teléfono.
—Nada. No significa nada. —Lucía le sostuvo la mirada—. Solo quiere hacerte pensar en él.
Keila quería creerle, pero cada notificación la sacudía como una descarga eléctrica. Se preguntaba si él también pensaba en ella o si solo era un juego más.
Hubo un momento en el que casi le escribió. Sus dedos se quedaron suspendidos sobre el teclado. Una sola palabra, un solo mensaje, y todo podría empezar otra vez. Pero, en el último segundo, bloqueó el teléfono y respiró hondo. No. No esta vez.
Poco después, tuvo que regresar a su pequeño pueblo para unas citas médicas. Durante el largo viaje en autobús, apoyó la frente en la ventanilla y dejó que sus pensamientos fluyeran con el paisaje. Se dio cuenta de algo: había avanzado más de lo que creía. Ya no lloraba por él. Ya no sentía que su vida giraba en torno a su recuerdo.
Y sin embargo, algo dentro de ella seguía esperando respuestas.
Al llegar al pueblo, una sensación extraña la invadió. Su madre la recibió con amor, y el entorno familiar le dio cierta paz. Pero, al mismo tiempo, sintió que una parte de ella se había quedado en la ciudad. Como si aún no estuviera lista para enfrentar lo que venía.
La casa olía igual que siempre: a café recién hecho y a la colonia de su madre. Las fotos en la pared seguían en el mismo lugar, congelando momentos felices de su infancia. Por un instante, se sintió segura. Aquí nada dolía tanto. Aquí, al menos por un rato, podía ser solo Keila, sin los fantasmas del pasado persiguiéndola.
Se prometió no volver a buscarlo en redes. Había borrado sus mensajes, decidido que esa era la última vez que lo desbloqueaba. Pero en lo más profundo de su ser, sabía que el corazón a veces actúa por su cuenta, ajeno a la razón.
Además, existía otra posibilidad que la inquietaba: si alguna vez se lo encontraba en persona, ¿cómo reaccionaría? ¿Sería capaz de demostrarle que había avanzado o, al verlo, todos los muros que construyó para protegerse se derrumbarían en un instante?
Mientras se instalaba en su habitación, rodeada de recuerdos de infancia, supo que el verdadero desafío apenas comenzaba. Sin embargo, sabía que algunos días serían más difíciles que otros. Y uno de esos días estaba a la vuelta de la esquina.
¿Podría cerrar este capítulo sin enfrentarlo de nuevo?
La incertidumbre la envolvía, como una tormenta silenciosa que aún no había estallado.
Continuará...
Keila ha regresado a su pueblo con la esperanza de dejar atrás el pasado, pero pronto se dará cuenta de que olvidar no es tan sencillo. A medida que los recuerdos resurgen y las redes sociales le juegan en contra, la tentación de mirar atrás se hace más fuerte.
Con el Día de San Valentín acercándose, viejas heridas amenazan con abrirse. Pero esta vez, ¿será capaz de mantenerse firme y no repetir la historia?
Silencios y despedidas invisiblesEsta historia nació de esa sensación de estar tan cerca de algo, tan cerca de una posibilidad que casi puedes tocarla, pero que, por alguna razón, nunca se materializa. Es como ese chico que ves de lejos, en la cuadra de al lado, que pasa junto a ti, tan presente y, al mismo tiempo, tan ajeno. ¿Fue amor? ¿O quizá solo una obsesión? La conexión entre Keila y David parecía única, pero siempre se movió en el filo entre la realidad, el misterio y lo imaginario, entre lo vivido y lo que solo existió en la mente; una conexión que nunca supo exactamente cómo comenzó, pero que, por alguna razón, jamás encontró su destino.David era un torbellino de emociones envuelto en una sonrisa encantadora. Alto, de complexión atlética, con una confianza natural que hacía que cualquiera girara la cabeza para mirarlo. Su cabello castaño oscuro, siempre un poco desordenado, enmarcaba unos ojos profundos, hipnotizantes, de esos que parecen mirar más allá de la piel, como si
La carta de despedida de KeilaPOV Keila…La noche era tranquila. Afuera, las luces de Navidad parpadeaban en las calles, pero en mi interior todo estaba en calma. No había ansiedad, ni preguntas sin respuesta. Solo una certeza: esta historia debía cerrarseY entonces, mientras volvía de la casa de mi abuela, lo vi de nuevo. El chico fugaz.Como tantas veces antes, pasó frente a mi casa. Pero esta vez, la oscuridad de la noche me impidió reconocerlo como en otras ocasiones.No intenté averiguar quién era. No importaba.Algo dentro de mí sabía que, después de esta noche, ya no volvería a buscarlo.Mientras entraba en mi habitación, me detuve por un momento frente a la ventana. Afuera, el mundo seguía su ritmo: risas lejanas, luces parpadeantes, la brisa suave que agi
Las sombras de una historia sin finalDiciembre había llegado con su aire fresco y festivo, llenando las calles de luces y colores. Las fachadas de las casas brillaban con luces titilantes, y el aroma a canela y pan recién horneado flotaba en el ambiente.Las risas de los niños resonaban entre las calles, sus voces emocionadas por la llegada de la Navidad. El aire, aún tibio al atardecer, se volvía más fresco a medida que la noche avanzaba, trayendo consigo el aroma de la cena que se cocinaba en las casas. No había escaparates llenos de regalos ni luces deslumbrantes como en la ciudad, pero en cada hogar se sentía la expectativa de las fiestasPero dentro de Keila, algo no terminaba de encajar.A medida que la noche se instalaba, una brisa fría rozó su piel, pero no fue eso lo que la estremeció. Era otra clase de frío, uno que nacía desde dentro, como si algo invisible la envolviera. Un peso en el pecho que no lograba sacudirse, una sensación de espera que no terminaba. Como si aún es
La Huella del DesencuentroNoviembre llegó frío y melancólico, como si el destino decidiera intervenir en la historia de Keila y David.La noche anterior aún pesaba en su mente. El rugido de aquella moto alejándose en la distancia había sido apenas un detalle fugaz, pero algo en su interior le decía que no debía pasarlo por alto.Había algo en ese sonido que la inquietaba.Tal vez era la hora. Tal vez era el momento exacto en que ocurrió. O tal vez... era otra cosa.Y esa inquietud no desapareció al despertar.Un día, mientras el aire helado la acompañaba al supermercado, una silueta en movimiento captó su atención.No estaba segura de por qué, pero algo en la forma en que se movía le resultó extrañamente familiar.El chico pasó frente a ella justo cuando estaba a punto de cruzar la calle y se detuvo un instante más de lo habitual.Keila sintió un escalofrío recorrerle la espalda.Aunque la distancia, el sol y sus gafas dificultaban distinguir su rostro, hubo algo en él que la hizo co
El chico fugazLas semanas pasaron en un extraño silencio. Keila había dejado de buscar a David con la mirada cada vez que salía a la calle, aunque en el fondo esperaba encontrarlo por casualidad, como solía pasar antes. Pero no. El destino ya no jugaba a cruzarlos.Por momentos, pensaba que tal vez era mejor así. Si él había decidido desaparecer, ¿para qué seguir pensando en él? Pero había algo inquietante en esa ausencia, como si una pieza faltara en su vida cotidiana. La última vez que escribió en su agenda, las palabras quedaron inconclusas. No sabía qué más decir sobre David porque ya no había más que decir.Su mamá notó su distracción. Su abuela también. Pero Keila no quería hablar de ello. Así que, cuando llegó la oportunidad de viajar con José y su familia a la casa de su abuela, la aceptó sin dudar. Necesitaba un cambio de aire.El fin de semana en la casa de su abuela, con la celebración del cumpleaños de su mamá, fue un respiro inesperado. Risas, juegos y momentos familiare
El distanciamiento que nadie vio venir.Desde aquel día en el supermercado, cuando David la vio con José, algo había cambiado. Keila no podía señalar el momento exacto en que todo empezó a sentirse diferente, pero lo supo desde la forma en que él bajó la mirada después de sonreírle. Tal vez no era nada, o tal vez era el comienzo de esa distancia silenciosa que ahora los separaba sin explicación.Después de todo, su relación con David siempre había sido extraña: miradas prolongadas, silencios incómodos y momentos que parecían significar algo, solo para desmoronarse en segundos.Pero esta vez era diferente.Las coincidencias entre ellos empezaron a desaparecer. Si antes lo veía en el supermercado o en la calle sin buscarlo, ahora esos encuentros simplemente dejaron de ocurrir.Llegó el cumpleaños del pueblo, la celebración más esperada del año.Las calles estaban llenas de luces de colores, banderines colgaban entre los postes y el aire tenía ese aroma inconfundible de comida callejera
Último capítulo