Santiago acabó de desabrocharse todos los botones de su camisa y miró a la chica frente a él con una sonrisa.
Abrió la boca y no pudo evitar soltar una carcajada.
Se sentó en el sofá a su lado y tiró la camisa que se había quitado a un lado: —Si te pida que me vendes, tendré que sufrir mucho.
Julian