—No haya nada de lo que alegrarse.
Santiago repitió lo que había dicho y de repente rió.
—Señorita Román, ¿quieres decir que no estás feliz conmigo? —la miró.
«Por supuesto.»
«¿Quién quiere pasar tiempo con un maníaco que está a punto de perder los estribos?»
«Estoy nerviosa todos los días.»
«Y hace