—¿Qué pasa, Emi? ¿He dicho algo malo?
Debido al dolor de su herida, Juliana dejó de maldecirlo, y cuando se dio cuenta de que el hombre se desencajó, se calló.
Durante un instante, Santiago respondió: —Nada. Sólo me sorprende que sepas maldecir.
Por un momento, tuvo que preguntarse si la mujer había