Miré fijamente a David, buscando en sus ojos una calma que parecía esquiva en medio de la tormenta que acabábamos de enfrentar. Su preocupación era evidente cuando volvió a preguntarme si estaba bien.
- ¿Estás bien, Sarah? dijo con voz suave.
Asentí con la cabeza, intentando controlar el temblor en mis manos. Sí, estoy bien mentí, tratando de relajarme.
Miré a mis compañeros de trabajo, quienes observaban la escena con mezcla de preocupación y curiosidad. Por favor, regresen a sus escritorios y no comenten nada de lo sucedido les pedí, mi voz firme a pesar de mi interior agitado.
Mientras hablaba, noté que David recogía mis cosas con una eficiencia silenciosa. Una vez que terminó, me tomó de la mano y me guio fuera del edificio. La frescura del aire exterior era un contraste bienvenido al ambiente tenso que habíamos dejado atrás.
Nos dirigimos a mi casa para recoger algunas cosas esenciales. En el camino, David se mostró protector, siempre atento a mi bienestar. Sus gestos, aunque peq