Mi corazón se hizo añicos en un millón de pedazos esa fatídica noche. La luna colgaba baja en el cielo, arrojando un brillo plateado sobre nuestra
Reynald, con toda su fuerza y destreza, nos había llevado a la victoria en esa batalla. Fue aclamado como un héroe y muchas lunas lo miraron con admiración. Sentí una oleada de orgullo en mi corazón, sabiendo que él estaba aprovechando su potencial. No sabía que este momento de triunfo duraría poco.
A medida que la noche avanzaba, un grupo de lobos enemigos lanzó un ataque sorpresa contra nuestra manada, impulsados por los celos y el deseo de venganza. La batalla fue feroz y caótica. El paisaje iluminado por la luna estaba pintado con el choque de pelaje, colmillos y garras. En medio de todo esto, vi con horror cómo mi amado Reynald resultaba gravemente herido. Su poderosa presencia se atenuó y supe que estaba en grave peligro.
Corrí a su lado, el sonido de la batalla se desvaneció en el fondo mientras acunaba a mi hijo herido. Sus ojos