—Papá, es reconfortante escuchar tu voz tan fuerte. —la voz de Alberto resonó tranquilamente desde la sala.
En los últimos años, él venía a visitar algunas veces, pero siempre lo echaban.
Se preocupaba por su dignidad y no quería venir, a diferencia de hoy, donde su actitud autoritaria incluso hacía que los guardias de seguridad se contuvieran.
Todos sabían que él era el único hijo del anciano, y si regresaba en el futuro, ¿quién se atrevería a ofenderlo?
Esta vez no solo él vino, sino que también trajo a Ángela y a la familia de Daniel, todos ellos apareciendo.
Clara dejó el tazón que apenas había probado y miró a esas tres personas. En ese momento, no sabía si ella y Teresa eran un escándalo, o si era la familia de Alberto.
Viendo que Clara dejó el tazón, Teresa la recordó: —Sigue comiendo, no dejes que la basura afecte tu estado de ánimo.
A pesar de que los enemigos se habían presentado allí para desafiarlos, Teresa seguía manteniendo la calma.
Clara tomó algunos sorbos más. Después