Esa noche, en brazos de Diego, acompañada por el estruendo de los truenos afuera y el suave balanceo ocasional del barco, Clara inexplicablemente logró dormir profundamente.
Hacía mucho tiempo que no podía conciliar el sueño y dormía mal, tenía pesadillas recurrentes sobre ser secuestrada de nuevo.
Si le sucediera de nuevo, estaría segura de no sobrevivir.
En su sueño, Clara murmuraba constantemente: —¿Quién eres realmente? ¡¿Por qué quieres matarme?!
—¡Ah!
Diego la abrazó fuertemente, susurrando suavemente en su oído: —Clari, no tengas miedo, estoy aquí.
Las emociones de Clara se calmaron gradualmente, pero Diego seguía completamente despierto.
Con la tenue luz, observó el perfil delgado de Clara y acarició su mano delicada.
En su mente, no pudo evitar recordar cómo solía ser Clara en el pasado, una chica tan alegre y risueña.
Incluso cuando recién se casó con él, tenía un poco de grasa de bebé en la cara, con contornos que mostraban cierta inocencia.
Ahora, había adelgazado mucho, su