En medio del frío viento, Alfonso se paró con las manos a la espalda. Gracias a los cuidados de Clara, su cuerpo se había recuperado rápidamente y parecía igual que cualquier persona normal.
Las raíces de su cabello teñido previamente ya estaban mostrando canas, pero eso no afectaba su vitalidad y su imponente aura sin necesidad de enfadarse.
—Maestro. —Diego reprimió su aliento y mostró una actitud aún más humilde y respetuosa al enterarse de que era el abuelo de Clara.
—Diego, alguna vez creí en tu potencial, pero lamentablemente, no debiste dañar a Clari. Antes, te aprovechaste de Clari cuando no había nadie a su espalda, pero ahora Clari está fuera de tu alcance.
Alfonso mantuvo una expresión imperturbable y su voz resonó fuerte: —Mientras yo esté aquí, no te permitiré dañarla nunca más.
Diego vaciló en sus palabras. La historia pasada entre él y Clara era imperdonable para cualquier observador, a pesar de que había demasiados malentendidos y heridas verdaderas entre ellos.
No podí