Sus brazos rodeándome son una manera perfecta de amanecer. Su barba haciéndome cosquillas y sentir su corazón latir son sensaciones que no quisiera olvidar nunca y con las cuales elijo despertar a cada día. Ya llevamos tres días de convivencia y cada uno de ellos han sido una aventura acostumbrándonos al otro, aunque nos complementamos demasiado bien. Lamentablemente en un par de horas debo irme y la verdad que no me gusta mucho la idea.
Sus ojos se abren lentamente —Buenos días, amor.— Me dice sonriente.
—Hola guapo...—
—Sigamos durmiendo... llama a tu trabajo, di que estás enferma…no me dejes...— Me pide como niño chiquito.
Sus palabras y la manera en que las dice me hacen reír —No puedo hacer eso, lo siento...— Le dejo saber y lo abrazo
—No te puedo convencer, ¿no?— Me pregunta y