El reloj me esclaviza de mis responsabilidades. Tener que levantarme de está cama dónde hemos pasado todo lo que nos quedaba del día dejando que nuestros cuerpos hablen por nosotros me cuesta mucho trabajo —Debo regresar a Madrid— le digo plantándole un último beso mientras me levanto de la cama.
Sus manos toman las mías y me jalan para que caiga nuevamente sobre la cama —¿No nos podemos ir de vacaciones ahora?— Pregunta como niño chiquito.