Al día siguiente, Clara fue despertada por el golpeteo de la puerta de Regina.
Clara se sentó en la cama, sintiéndose mareada y con un fuerte dolor de cabeza. Frunciendo el ceño, se masajeó las sienes mientras se dirigía hacia la puerta.
Abrió la puerta y preguntó con pereza a Regina:
—Regina, ¿qué pasa?
Regina, con cara de preocupación, respondió:
—Ya es tan tarde y aún no han bajado a desayunar usted y el señor. Me preocupé por si algo hubiera pasado, así que subí a echar un vistazo.
Clara preguntó:
—¿Qué hora es?
—Casi las diez.
—¿Qué?— Clara se sorprendió, sus ojos se abrieron mucho.
Regina, asustada por su reacción, dijo:
—Sí, casi son las diez.
Clara se volvió rápidamente para mirar el reloj en la pared. ¡Ya eran las 9:55! Le faltaban cinco minutos para llegar a las diez. Clara se quedó atónita, se dio cuenta de que había dormido hasta ahora, y si no fuera por Regina llamándola, ni siquiera sabría cuándo se despertaría.
Regina continuó:
—Vi que el suero seguía