Dante
Había decidido dejar de esconderme, no podía seguir aquí, estaba muy lejos de Fiorella, la extrañaba mucho, apenas y la había recuperado y ya nos separamos.
—¡Me voy! —le digo a mi madre al aparecer en la sala de su casa con maleta en mano.
—¿Estás seguro? —me acerco hasta ella y me siento al frente suyo en el otro sofá.
—Tú lo dijiste siempre, estamos con la soga al cuello, no puedo renunciar a lo que soy y mucho menos a Fiorella.
—Entonces, ¿Qué vas a hacer?
—Seguiré en la organización, ya hablé con Nicolás, es la única forma de que siga con mi vida, no puedo esconderme, si entrego la organización a las autoridades, me perjudicaré también, tengo las manos manchadas.
—¿Y Fiorella?
—Ella tendrá que entender que esto es lo que soy.
—No puedo retenerte, eres grande y sabes lo que haces, solo te pediré que nunca olvides lo que ella pasó a causa de tu hermano, quisiera no tener que decirte esto, ambos son mis hijos, pero si ya lo decidiste, solo quiero que tengas eso en cuenta.
—Lo