CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y CUATRO
Adrián llegó al umbral de la cocina y algo se estremeció dentro de él cuando vio el estado de catarsis de Emily. La joven lucia vulnerable, herida y también cansada.
Fue cuidadoso de acercarse, sin embargo, Emily escuchó la respiración de él.
Ella alzó su rostro y contempló el rostro del padre de Aiden. Su reacción a la defensiva fue rápida, ya que puso sus manos en el mármol y se levantó del asiento. Luego se limpió la cara con el dorso de las mismas y a pesar de que Emily intentó de ser fuerte, sus ojos rojos y sus mejillas enrojecidas por el llanto la delataban.
Ella generó cierto grado de empatía ante el padre de su esposo, que Adrián se enterneció al contemplarla y dirigirse a ella, sin embargo, sus palabras quedaron en la punta de su lengua, cuando la voz dulce Emily se alzó de nuevo:
—¿Sucedió algo Don Adrián? —preguntó.
—Solo venía a saber cómo estas —Adrián no disimuló su preocupación por ella.
Ella torció los labios y luego suspiró con fuerza