Caridad se tranquilizó y se alegró de que su hija no se molestara. Había estado tan preocupada que no había podido pensar con claridad. Tenía que haber imaginado que a Ángela no le importaría ese pequeño infortunio. Se puso manos a la obra y le dijo a Ángela que podía volver a la fiesta, pero ella decidió quedarse a ayudar.
-¿Está tardando? –susurró Felipe dirigiendo la mirada hacia la puerta.