Capítulo 22

Apoyó las manos en el pecho del señor Cruz e intentó apartarlo. Fue inútil. Él aumentó la presión disminuyendo el espacio entre ellos.

-¡Ya basta! Suéltame, por favor –exigió.

Felipe no iba a ceder esta vez. Verla allí, actuando con naturalidad sin ningún atisbo de timidez, despertó en su interior s

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