Nunca antes había sentido que mi madre fuera tan certera en sus comentarios.
Me quedé atónita. —¿Por qué preguntas eso?
—Siempre has sido obstinada, siguiendo un solo camino. Si no te hubiera sido infiel, ¿habrías recapacitado?
Sentía los ojos ardiendo, pero su comentario me provocó una mezcla de risa y llanto. —¿Así que siempre creíste que elegí el camino equivocado?
—No exactamente —Mi madre me sirvió un trozo de carne—. La vida no tiene respuestas correctas. El camino equivocado de hoy podría tener un propósito inesperado mañana.
—Mamá apoya todas tus decisiones, y esta familia siempre será tu respaldo.
Ya no pude contener las lágrimas, que rodaron por mi rostro.
Mi madre me abrazó, consolándome con voz suave: —Ya, ya, no más tristeza. Tu padre ya lo ha dicho: si ese chico te ha fallado, su empresa tampoco podrá seguir adelante.
Mis lágrimas cesaron abruptamente. —¿Qué quieres decir?
—Hemos averiguado que la empresa de ese Ricardo está a punto de financiarse para salir a bolsa.
—En