3. María y el Rey, déjame demostrarte que puedo hacerlo
Me levanto tarde, mi cama está vacía no he dormido bien está noche y me he permitido la licencia de faltar a misa. Se que hablarán mal de mi, pero sinceramente hoy poco me importa, no puedo rezar aquí? No creo que Dios se moleste conmigo porque un día no acuda a su templo.
He pedido desayunar aquí, no quiero escuchar y ver caras largas por levantarme a las diez. Han venido a asear a Carlos, le he dado la toma y se ha quedado dormido.
Pasadas las doce, tocan a mi puerta doy permiso y una doncella me indica que el rey me está esperando en los jardines.
Con que no lo había soñado! Bajo tranquila a los jardines, Carlos está dormido y comerá hasta dentro de unas horas. Avanzo hasta que puedo vislumbrar su figura de espaldas.
Un escalofrío recorre mi cuerpo al sentirme cerca de él. Suspiro y alejo las ideas tontas de mi cabeza.
— Buenos días Eduardo.— digo está vez sin querer ofenderlo.
— Buenos días María— dice y tiende su brazo para que lo agarre. Dudo un instante si hacerlo o no, al fin