Asiento lentamente, sonriéndole con gratitud.
—Estoy lista —respondo, con firmeza.
Ella me devuelve la sonrisa y, con ese gesto, salimos. Los flashes nos golpean el rostro de inmediato. El perímetro está lleno no solo de los hombres de Alaric, sino también de los matones de Artem. Los reconozco po