Lucía cogió la bolsa de papel y ambos se dirigieron a la Universidad Borealis.
Mientras paseaban y charlaban, Lucía descubrió que Jorge era realmente erudito. Sin importar el tema que ella mencionara, él siempre podía seguir la conversación. Su tono era pausado, su actitud amable y elegante, lo que hacía que la interacción fuera bastante agradable. Después de pasear un rato, al pasar junto a un muro de piedra, Lucía giró la cabeza casualmente y vio una figura familiar.
Daniel acababa de terminar su clase y se dirigía al laboratorio cuando, de repente, se encontró con la mirada sonriente de Lucía.
Se quedó desconcertado por un momento y luego vio a Jorge parado a su lado.
—Qué coincidencia, ¿acabas de terminar la clase? —Lucía habló primero.
Daniel asintió: —Iba al laboratorio, ¿y tú?
—Estoy enseñando la universidad a mi amigo. Te presento, este es Jorge Fernández —luego se volvió hacia Jorge—. Este es Daniel Medina.
Las miradas de ambos se cruzaron. Jorge curvó ligeramente los labios y