Lucía finalmente aceptó, únicamente por aquello de "firmaré".
Mateo sonrió mientras devolvía el teléfono a María y subió las escaleras alegremente. María, sosteniendo su teléfono, no pudo evitar pensar que hacía mucho tiempo que el señor no sonreía así.
...
A la mañana siguiente, Lucía se despertó por el ruido. Antes de su hora habitual de levantarse, el teléfono junto a su almohada no paraba de vibrar. Con los ojos entreabiertos, lo desbloqueó y encontró que WhatsApp estaba lleno de mensajes de Mateo. Había enviado decenas de mensajes insignificantes:
[Luci, ¿estás despierta?]
[Soñé contigo anoche]
[¿Sigues dormida?]
[¿Tienes clase hoy?]
[Vi el horario de Carmen, tienen una clase de especialización esta mañana]
Y así sucesivamente...
Los miró sin expresión, sin molestarse en seguir leyendo hacia arriba. Cuando iba a dejar el teléfono, llegó otro mensaje.
[Luci, compré churros de chocolate que tanto te gustan, estoy abajo de tu casa]
[No hay prisa, te esperaré todo el tiempo necesario]