La bofetada resonó con un sonido seco y contundente.
—¡¿Qué te dije antes de salir?! ¡Que te portaras bien y no tomaras las cosas de otros! ¡¿Te entró por un oído y te salió por el otro?! ¡Entrégalo ahora mismo! ¡Parece que quieres terminar en la cárcel, mocoso desobediente! —la anciana, con una velocidad sorprendente, comenzó a regañarlo inmediatamente después del golpe.
Todos quedaron paralizados ante la escena: el niño estaba aturdido, sus padres desconcertados, e incluso Lucía permaneció inmóvil.
—¡Buaaaa... la abuela me pegó! ¡Buaaaa! —el pequeño diablillo finalmente reaccionó con un llanto genuino, sin ningún tipo de teatro.
—¡No tomé nada! ¡No sé dónde está! —protestó entre sollozos.
—¿Te atreves a repetirlo? ¡Te voy a dar una paliza que no olvidarás! —amenazó la anciana, mezclando furia y preocupación.
—¡No diré nada! ¡No diré nada!
—¡Esto te enseñará a obedecer y a no robar! ¡Dame eso ahora mismo! —la anciana, ya sin paciencia, comenzó a darle nalgadas con determinación, mient