Apenas entraron, Bianca agarró la corbata de Dave y lo jaló hacia la habitación. Sus ojos brillaban con deseo.
—¿Cuánto bebiste? —preguntó Dave. Se notaba un poco molesto, pero no dijo más. Simplemente la levantó en brazos y la llevó al dormitorio.
Bianca se apoyó en su pecho, con las mejillas ligeramente sonrojadas.
—No tomé mucho. Solo estoy feliz.
Lo miró y le dio un beso suave en el cuello, sus labios cálidos y llenos de cariño.
Dave se detuvo y la miró hacia abajo.
—¿Crees que con un beso basta para compensarme?
Las mejillas de Bianca se encendieron.
—No te preocupes… hay más —susurró con dulzura.
Dave la recostó con cuidado sobre la cama. Sus ojos estaban llenos de curiosidad.
—¿Por qué estás tan feliz?
Bianca se incorporó, comenzó a quitarle la ropa con calma y rodeó su cuello con los brazos.
—Tú ya lo sabes —dijo con picardía.
Los labios de Dave se curvaron en una pequeña sonrisa. Pero antes de que pudiera decir algo, Bianca lo besó suavemente.
El beso se volvió profundo. Cuan