Cuando miró a sus ojos, lo único que vio fue vulnerabilidad.
La rabia que sentía por dentro se fue desvaneciendo poco a poco.
Se mordió el labio y desvió la mirada.
—¿Por qué me estás diciendo esto ahora?
—Porque tú me lo preguntaste anoche —respondió él con suavidad—. Pero parece que no lo recuerdas. Estabas un poco ebria.
El rostro de Bianca se tiñó de rojo.
—¿En serio? ¿Dije… dije algo más? —preguntó con voz nerviosa.
Los ojos de Dave brillaron con un matiz travieso.
—Bueno… —dijo, inclinándose un poco hacia ella—, tú dijiste…
Antes de que pudiera terminar, Bianca le cubrió la boca con la mano.
—¡Basta! —exclamó, con las mejillas ardiendo—. Ya sabes lo que dicen: ¡las palabras de un borracho no significan nada!
Dave soltó una risa suave y apartó su mano con delicadeza.
—Pero también hay un dicho… in vino veritas. En el vino está la verdad. Lo hayas dicho en serio o no, yo lo recordaré.
Su tono cariñoso la descolocó. Sus pensamientos se enredaron, intentando entenderlo todo.
—Bianca