Como madre, Madison conocía a Bianca mejor que nadie.
Sabía que su hija debía haberse enterado de la verdad sobre Dave.
No sabía qué habían hablado afuera, pero estaba segura de que esa conversación había dejado a Bianca en el estado en que estaba ahora.
—Bianca, si necesitas llorar, llora. No te lo guardes —dijo Madison con suavidad.
Esas palabras rompieron el control de Bianca.
Se dejó caer al suelo, con los hombros temblando violentamente mientras sollozaba.
Las lágrimas caían al suelo, pero no emitía sonido alguno.
Su orgullo no se lo permitía.
Ya no era la Bianca vulnerable y débil de antes.
Por más dolor que sintiera, no solo iba a sobrevivir, sino que encontraría la manera de salir adelante.
Madison estaba profundamente preocupada por ella, pero sabía que no había nada que pudiera hacer para detener ese dolor.
Solo podía quedarse a su lado y ofrecerle su apoyo.
Esa misma noche, Bianca regresó a los apartamentos frente al río.
No hacía mucho, este había sido el lugar don