Reece, acariciando el vaso con sus dedos largos, respondió:
—Prefiero la franqueza. Si tienes algo que decir, dilo sin rodeos.
Bianca mantuvo su sonrisa suave.
—No hay prisa. Hablemos mientras comemos.
A medida que servían los platos, Reece comenzó a comer con naturalidad, lanzando miradas a Bianca de vez en cuando, esperando que revelara su verdadera intención.
Bianca se sorprendió de lo fácil que era hablar con él, lo que le dio cierta tranquilidad.
Comenzó a contarle los problemas que enfrentaba su empresa, con la esperanza de que Reece aceptara convertirse en su abogado y la ayudara con los casos pendientes.
Reece la escuchó con atención mientras hablaba.
Cuando terminó, Bianca añadió con cierto nerviosismo:
—Señor Barton, por favor dígame cuál es su tarifa. Si está dentro de mis posibilidades, la pagaré sin dudar.
Reece dejó el tenedor sobre el plato y la miró. Con una leve sonrisa, respondió:
—No es gran cosa. Pero hay una pregunta que siempre he querido hacerte. ¿Te mole