Bianca frunció el ceño con fuerza, su expresión era seria.
Juliet, preocupada por haber molestado a su jefa, se apresuró a disculparse.
—Lo siento, Bianca… No quise decir eso.
Bianca la miró durante unos segundos. Su expresión se suavizó y una leve sonrisa asomó en su rostro.
—Está bien. Gracias por ser honesta conmigo. No te preocupes, la empresa no se va a ir a la quiebra. Me encargaré de todo. Solo concéntrate en tus tareas.
—¡Lo haré, Bianca! —asintió Juliet con firmeza.
Juliet sintió alivio. Bianca tenía esa presencia natural. Con ella al mando, parecía capaz de manejar cualquier problema con soltura.
Una vez en su oficina, Bianca llamó a Diana.
Diana acababa de llegar y contestó rápidamente, sorprendida por el tono serio de Bianca.
—Diana, ven a mi oficina —dijo Bianca.
La mano de Diana se quedó congelada alrededor del teléfono. Miró hacia la oficina de Bianca, cuya puerta estaba cerrada.
¿Ya estaba allí?
Echó un vistazo a Juliet y rápidamente lo entendió. Juliet no era d